¿Ha usted pensado que desde que las civilizaciones se dieron a la tarea de conquistar nuevas tierras, en algún momento enfrentaron la barrera de los idiomas? Para convertirse en imperios tuvieron que vencer ejércitos y doblegar raíces culturales, sustentadas, sobre todo, en la comunicación.
Quién no ha visto en películas de romanos, vikingos o vaqueros a estos personajes que van junto al conquistador interpretando lo que algún nativo quiere decir o viceversa. Hoy, por fortuna, ya no se trata de conquistar pueblos. Hemos aprendido que el intercambio cultural es un proceso que se da en respeto y armonía de los derechos y libertades de cada individuo y, por qué no, de las corporaciones. La Internet ha ayudado en este proceso, inclusive aportando traductores automatizados. Sin embargo, la traducción es una actividad en donde la interacción humana supera a la inteligencia artificial.
Hoy, pues, un traductor ya no tiene solo que traducir documentos o hacer una transcripción. Un traductor no es un programa de códigos binarios que descifra algoritmos. Un traductor moderno es un mediador intercultural. Su función es conectar las realidades culturales, tecnológicas y comerciales de dos interlocutores que buscan una relación. Este es un fenómeno conocido como transcreación.
En nuestro caso, como agencia de traducción, ayudamos a nuestros clientes a abordar una relación profesional o de negocios. Los estándares y requisitos contemporáneos exigen que un traductor certificado traduzca de la manera más natural posible. Para lograrlo, más que “trasladar” un significado debe “adecuar” un enunciado a su contexto. Solo así quien reciba la traducción sentirá que el texto fue escrito en su lengua natal y con su marco cultural.
El traductor contemporáneo debe ser fiel tanto a la lengua de origen como a la lengua de destino o, para ser más precisos, a la cultura del emisor y a la cultura del receptor del mensaje. Después de todo, cada lengua expresa características y visiones culturales muy específicas de los individuos que viven en una determinada sociedad.
En resumen, hoy no basta con que el traductor sepa cómo se dice una palabra en español, inglés, alemán, francés u otro idioma. Su deber y responsabilidad es conocer las implicaciones culturales de las lenguas que confronta al momento de traducir. Por todo esto, el traductor del siglo XXI adquiere el importante papel de ser un emisario intercultural. Su nueva misión es actuar de mediador entre la cultura de origen y la cultura meta. Y en el caso de los negocios, el concepto de “hablamos su mismo idioma” ha de evolucionar a “entendemos su cultura”.
Escrito por: Luigi Lescure para ABC Traductores
ABC Traductores, es una empresa que se dedica a proveer servicios de corrección, redacción, traducción y transcripción de documentos en varios idiomas.
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